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Dios se presenta a si mismo de muchas maneras, para nosotros es verlo a través de las personas la manera más fácil, sobre todo en las personas que viven para El cómo los sacerdotes y monjas, pero también se manifiesta en pequeños detalles que no percibimos porque talvez para nosotros son simplemente parte del panorama.
El Señor en su infinito poder y misericordia no decide ser una vara de medición donde nos podemos auto-juzgar, no decide solo ser la Ley Suprema que nos dice que es correcto y que no. Jesús es una ser bueno, y bondad no solamente significa lo opuesto al mal, también significa gozo, felicidad, paz, entrega, enseñanza, belleza. Nuestro Señor es todo lo que abarca la palabra bondad y no solamente lo ha dejado para sí, también lo comparte.
Dios nos ha creado con dones, dones que no solamente sirven para sobrevivir a este mundo y llegar a la ancianidad, sino también dones que simplemente muestran el reflejo de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Lastimosamente nuestra cultura y los tiempos en los que vivimos nos muestran que lo único que es importante es lo que hace dinero para sobrevivir, todo lo demás es una pérdida de tiempo porque no generan ganancias. Es una mentalidad tan pobre la que se da hoy en día, valores que se perdieron con el tiempo que antes eran parte de la vida de las personas pero han desaparecido. La cultura del descarte de la que tanto nos ha hablado el papa Francisco es nuestro triste presente, en lo que todo se toma y lo luego de deshecha con tan alta velocidad que no tenemos el tiempo de admirar lo que Dios nos regala; pasamos minutos con algo que talvez costo hacer y después que ya no nos sirve lo botamos y hasta ahí llego el esfuerzo de quien lo construyo. Este comportamiento hace que se pierdan con más facilidad las costumbres que antes existían solo con el simple objetivo de darnos alegría, y eso no lo podemos seguir permitiendo. La cultura del descarte debe detenerse antes que nos descartemos también nosotros porque ya vamos a “dejar de servir”; es necesario volver a esas bellezas que hemos dejado atrás y que ya no nos importan, esas bellezas llamadas Arte.
¿Cuánto no podemos mostrar a las personas a través del arte? La música, la danza, la arquitectura, la escultura, la pintura, la literatura, el cine ¿no son estas maneras para mostrarle a Dios a la gente? Los dones otorgados por nuestro Padre – como estos por ejemplo – están otorgados para ponerlos al servicio divino, y debería ser nuestra primera motivación dar a conocer a Dios a través de la belleza del arte; y no solo para esto, también para hacerlo nuestro, para sentir nuestra esencia con cada lienzo, con cada párrafo, con cada nota musical salida de un violín; para sentirnos nosotros mismos, para vivir gozo y alegría a través de lo que se nos dio. Y los que tuvimos padres de mente abierta que nos anduvieron por caminos artísticos o los que simplemente promovieron estas actividades en nosotros, saben que el arte es un refugio donde nos protegemos de la tristeza y de los golpes que nos da la vida; el arte es un lugar donde siempre podemos volver, donde nos encontramos con la mirada del Dios creador y donde reconocemos como el Señor nos ama en realidad. El arte es un regalo que no debe morir, sino ser una prioridad en nuestros hijos, en las nuevas generaciones, en el diario vivir; algo que debe ser utilizado para el bien no pervertirlo con la maldad y el egoísmo, no algo que solo se debe explotar para un beneficio determinado.
El arte, como todo lo que es de Dios, requiere tiempo; si pausamos nuestra vida, podríamos aprender a hacer ese cuadro que deseábamos de niños, a ejecutar ese piano de cola, a escribir un libro, a construir lo que está en nuestro corazón.
Yo encuentro al Señor en la belleza de los dones. Que los demás también encuentren al Señor en sus creaciones, pues todos tenemos un hueco en el alma del tamaño del Señor.
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