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No descubras tu corazón a cualquiera – dice Tomas de Kempis – más comunica tus cosas con el sabio y temeroso de Dios.
Muchas personas no comprenden esta perla de sabiduría, por experiencia puedo decir que es uno de los mejores consejos. El egoísmo que hay dentro de los corazones no nos deja ver nuestros errores, nuestras malas costumbres, y por lo tanto nuestros malos ejemplos. No todos tienen un pasado virtuoso, padres virtuosos que buscan la gracia de Dios y la ponen de frente para enseñar lo que es esencial en esta vida: tener la humildad de hacer la voluntad de Dios y vivir en su gracia. Es necesario aprender lo más importante a temprana edad, sino es muy probable crecer como arboles torcidos pensando que lo que hacemos es correcto cuando en realidad falta Dios en la ecuación.
Aunque la misericordia de Dios nos puede alcanzar a cualquier edad y en cualquier circunstancia, siempre hay imperfecciones, imprudencias, mala educación, opiniones que nos pueden hacer perder el camino. Las malas influencias pueden existir incluso si tenemos una vida dentro de la Iglesia, lo que significa que siempre debemos tener las lámparas encendidas y nunca dejar de formarnos.
Siempre tenemos personas cerca que pueden ser familiares, buenos amigos, compañeros, superiores, etc., pero que lastimosamente no tienen nada bueno que decir, que no conocieron una buena formación con virtudes y de su corazón no pueden salir cosas productivas. Hay grandes razones por lo que los santos aconsejan guardar la fragilidad de nuestra alma a personas que son imagen de Dios y que pueden dar un mensaje por parte Dios, ayudarnos a superar cosas malas, a crecer, a ser mejores. Ver nuestra vida con los ojos del Padre significa ver lo que nos ha dado como un tesoro que debe ser salvaguardado y protegido de todo mal (demonios y personas), que no puede estar expuesto a ser lastimado por la maldad, por el escrutinio, por el juicio injusto. La vida misma es un frágil regalo que está en nuestras manos únicamente – según 5to mandamiento – y tenemos el deber de cuidarla.
No todos tienen algo bueno que decir, mucho menos comprender emociones difíciles, eventos trágicos, etc.; no todos escuchan callando el mundo para prestar la mejor atención, y el que escucha con atención no siempre lo hace sin juzgar. Muchos se pueden resentir por no saber nuestras cosas, hay algunos que tienden a pensar que tienen derechos sobre nosotros, tal vez por alguna línea sanguínea o por algo que tengamos en común; en realidad eso no es cierto. El Señor es el único que tiene absoluto derecho sobre nosotros, lo más sabio es abrirnos a quien lo sirve y lo ama de verdad. Sentirnos mal por alguien que se molesta con nosotros por no abrir nuestra alma es quedarnos en su miseria y ceguedad espiritual; la oración es necesario para rogar por que la unción del Espíritu caiga sobre estas personas y puedan crecer en sabiduría divina, caer en esta trampa no es la respuesta.
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