![](https://static.wixstatic.com/media/e84ad0_3330a7b4c37442cbbc4a37c60cdbda47~mv2.jpg/v1/fill/w_522,h_410,al_c,q_80,enc_auto/e84ad0_3330a7b4c37442cbbc4a37c60cdbda47~mv2.jpg)
Ha resucitado el buen Pastor que dio la vida por sus ovejas, y se dignó morir por su grey. ¡Aleluya! Por sus heridas habéis sido curados. Porque erais como ovejas descarriadas; mas ahora os habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas. Por eso la Iglesia entera se llena del gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo y le pide a Dios Padre que el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor.
En su última aparición, poco antes de la Ascensión, Cristo resucitado constituye a Pedro pastor de su rebaño, guía de la Iglesia. Cristo confía en Pedro, a pesar de las negaciones. Solo le pregunta si le ama, tantas veces cuantas habían sido las negaciones. El Señor no tiene inconveniente en confiar su Iglesia a un hombre con flaquezas, pero que se arrepiente y ama con obras.
Sobre el primado de Pedro – la roca – estará asentado, hasta el fin del mundo, el edificio de la Iglesia. La figura de Pedro se agranda de modo inconmensurable, porque realmente el fundamento de la Iglesia es Cristo, y, desde ahora, en su lugar estará Pedro. De aquí que el nombre posterior que reciban sus sucesores será el de Vicario de Cristo, es decir, el que hace las veces de Cristo.
Pedro es la firme seguridad de la Iglesia frente a todas las tempestades que ha sufrido y padecerá a lo largo de los siglos. El fundamento que le proporciona y la vigilancia que ejerce sobre ella como buen pastor son la garantía de que saldrá victoriosa a pesar de que estará sometida a pruebas y tentaciones. Pedro morirá unos años más tarde, pero su oficio de pastor supremo es preciso que dure eternamente por obra del Señor, para perpetua salud y bien perenne de la Iglesia, que, fundada sobre roca, debe permanecer firme hasta la consumación de los siglos.
Debemos rezar mucho por el Papa, que lleva sobre sus hombros el grave peso de la Iglesia, y por sus intenciones. Que el Señor le guarde, y le dé vida, y le haga feliz en la tierra, y no le entregue en poder de sus enemigos. En el Papa debemos ver a quien está en lugar de Cristo en el mundo: al «dulce Cristo en la tierra», como solía decir Santa Catalina de Siena; y amarle y escucharle, porque en su voz está la verdad.
Haremos que sus palabras lleguen a todos los rincones del mundo, sin deformaciones, para que, lo mismo que cuando Cristo andaba sobre la tierra, muchos desorientados por la ignorancia y el error descubran la verdad y muchos afligidos recobren la esperanza. Dar a conocer sus enseñanzas es parte de la tarea apostólica del cristiano.
Al Papa pueden aplicarse aquellas mismas palabras de Jesús: Si alguno está unido a mí, ese lleva mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. Sin esa unión todos los frutos serían aparentes y vacíos y, en muchos casos, amargos y dañinos para todo el Cuerpo Místico de Cristo. Por el contrario, si estamos muy unidos al Papa, no nos faltarán motivos, ante la tarea que nos espera, para el optimismo que reflejan estas palabras de San Josemaría: Gozosamente te bendigo, hijo, por esa fe en tu misión de apóstol que te llevó a escribir: “No cabe duda: el porvenir es seguro, quizá a pesar de nosotros. Pero es menester que seamos una sola cosa con la Cabeza, en oración y sacrificio.”
Comments