![](https://static.wixstatic.com/media/e84ad0_fa12e8a3bb854cc89731a6d15b194dc4~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_528,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/e84ad0_fa12e8a3bb854cc89731a6d15b194dc4~mv2.jpg)
Dios es tan grande y tan inmensamente infinito que es imposible decir que ya conocemos todo de Él. Tal vez en algún punto se cubra lo básico en el Catecismo o en cualquier escrito de algún santo, pero no se queda ahí. Dios no se queda en nada, siempre hay más por aprender.
Descubrí recientemente la realidad que sucede en nuestra vida cuando intercedemos por alguna persona. Ya sea por un ser querido, por un familiar super cercano, o por un simple desconocido. Tan grande es la acción que hacemos cuando elevamos una simple plegaria como cuando nos mortificamos por alguien, que ese sufrimiento, esa cruz, ese dolor de la persona a quien le estamos ayudando, puede quedarse en nosotros, puede hacerse vida en nosotros. Y esto lo conocí en una conversación casual, imaginate si siempre me rodeará de personas que tienen una relación cercana al Señor? Imaginate si leyera más? Que no sabría ya?
Es una experiencia que tal vez no vamos a notar a simple vista, pero podemos llegar a sentir el dolor de la otra persona y notar que algo no es normal en nosotros. Podemos llegar a sentir resentimiento, depresión, indiferencia o cualquier sensación negativa y no saber que esto se debió a que intercedemos por estos sentimientos que son una carga para las personas.
Por este motivo, es necesario que todo pase por la oración. Cualquier acción que nosotros tomemos debe pasar por un momento en el que nos conectemos con Dios. El Señor está atento a nuestros pensamientos y reflexiones, pero si nosotros no elevamos las cosas con Él, podemos llegar a cometer errores, a pasar circunstancias que no debemos, a no manejar bien las cosas.
Jesus ya murió por nosotros y las cruces de todos están unidas a Él, por eso, cuando nosotros intercedemos y sentimos la carga de las personas, debemos entregarlas al Señor en una oración directa y bien pensada. Muchas veces ni nosotros sabemos cómo afrontar nuestras penas, pero cuando alguien nos ayuda e intercede, podemos recibir ese apoyo que tanto nos faltaba, pero no significa que quienes nos ayudan se deben quedar con nuestro peso. Es necesario hacer entrega de todo al Señor y así mantenernos en una unión de hermanos.
Orar, siempre orar por todo lo que hacemos, por nuestro trabajo con las almas, por nuestra vocación, por lo que Dios pide de nosotros. Mantener una conversación con el Señor es siempre llevar el corazón a sus manos y hacer una labor en conjunto.
Nunca estamos solos.
Commenti