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Todas las personas están llamadas a la santidad y todos los santos están llamados a la prueba.
El proceso de un alma es individual y personalizado. Dios sabe cómo y en qué momento va activar ciertas gracias y virtudes dentro de sí; pero a veces las personas, cuando se alejan del camino que Dios traza para ellas, cuando se alejan de la Divina Providencia, pueden dormir o incluso matar su espíritu sin darle la oportunidad al Señor de hacer su obra, de convertir a la persona en lo que Dios tenía planeado.
Todos nos alejamos de Dios en algún momento de nuestras vidas debido la Concupiscencia, y es ahí donde nos vemos en situaciones que nosotros mismos nos ponemos pero que Dios aprovecha para ponernos pruebas que nos sirven para poder volver a Él, para darnos cuenta de nuestros errores y para conocer la enorme misericordia de Dios que nos permite arrepentirnos. Debido a esa inclinación que tenemos al mal, nos volvemos imperfectos y nos alejamos de la santidad a la que estamos llamados. Pero el Señor, en su infinito amor, no se rinde a perdernos y siempre vuelve a llamar nuestra atención, por su gracia o porque nosotros mismos le damos la oportunidad de aparecer y hacernos un llamado de atención.
Pero es cuando el alma alcanza un nivel de Santidad elevado, donde los deseos y encantos del mundo ya no son atractivos sino únicamente las delicias celestiales, ahí es cuando el Señor nos da esa prueba máxima: la Noche del Espíritu. Poder definir esta experiencia es casi imposible, el dolor es profundo y sordo. Todos los santos han vivido esta prueba, y en palabras de Sor Faustina se puede definir:
“La prueba de las pruebas, el abandono absoluto – la desesperación: Cuando el alma sale victoriosa de las pruebas menores, aunque quizá tropezando, pero siguen luchando y con profunda humildad clama al Señor; ahora una terrible oscuridad envuelve al alma. El alma ve dentro de sí solamente pecados. El alma anhela fervientemente a Dios pero se siente rechazada Todos los tormentos y suplicios del mundo son nada en comparación con la sensación en al que encuentra sumergida: el rechazo por parte de Dios. Nadie la puede aliviar. Nadie puede iluminar tal alma si Dios quiere mantenerla en las tinieblas. Viene el momento supremo de la prueba. El alma ya no busca ayuda en ninguna parte, se encierra en sí misma y pierde de vista todo y es como si aceptara este tormento de rechazo. Ahora ya empiezo a sentir la falta de las fuerzas físicas y ya no llego a cumplir las tareas. Cuando el alma ha sido compenetrada totalmente por ese fuego infernal, cae en la desesperación. Cada recuerdo de Dios es un mar indescriptible de tormentos, y sin embargo hay algo en el alma que anhela fervientemente a Dios, pero a ella el parece que es solamente para que sufra más… Si el Señor quiere llevar un alma a través de tales sufrimientos, que no tenga miedo, sino que sea fiel a Dios en todo lo que depende ella. Dios no hará daño al alma, porque es el Amor Mismo y por este amor inconcebible la llamo a la existencia. Pero cuando yo me encontraba angustiada, no lo comprendía. “
Diario de Santa María Faustina Kowalska. –Numeral 98 – 11.
El dolor que purifica no debe ser un motivo de temor. Aunque no es fácil vivirlo, es necesario que ese momento confiemos más en la misericordia del Señor, tener la absoluta convicción que no vamos a recibir un sufrimiento de alta
magnitud sin un propósito detrás. Tener una fe ciega en el momento donde la cruz es más pesada es nuestra demostración de nuestro amor a Dios y que en verdad nos dejamos ir en sus manos. No hay mejor camino que esa absoluta respuesta.
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