Normalmente la ansiedad es un trastorno por el que todos pasamos en algún momento, sin excepción. Por lo general no se convierte en una enfermedad propiamente pero en algunas personas sí es una molestia, sí es una carga, sí es un obstáculo.
La ansiedad proviene de la preocupación, del mortal estrés, de lo que nos quita la paz. Esa sensación de que las cosas no se están dando como yo quiero, esas trampas que me hacen la vida muy difícil y a veces triste. Esto suele suceder cuando solo pensamos en nuestras limitaciones, hasta donde pueden llegar mis oportunidades. Esto suele suceder cuando nos encontramos solos. ¿Cuántas veces dejamos de ver a las personas que están al lado? Mama, papa, hermanos, amigos, esposos, hijos. Dejamos de verlos, de sentir su compañía y apoyo, nos hundimos en un desierto innecesario y nos enfocamos en el punto negro de la hoja blanca. ¿Qué pasa cuando nos damos cuenta de la personas que siempre han estado ahí? ¿Cuándo abrimos finalmente los ojos? ¿Qué pasa cuando notamos a Jesús?
Como dice el Catecismo: ¿Cómo no poner en el todas nuestras esperanzas? Jesús es nuestro Dios, nuestro Salvador y Redentor; nuestro mejor amigo, todopoderoso con quien todo es posible. Podemos hacer cualquier coa porque Él nos fortalece, como dice San Pablo. ¿Qué me hace creer que Jesús piensa como yo? Temeroso, limitado, asustado, preocupado. Jesús no piensa como yo, no es malo como yo y no cree que no haya esperanza. Jesús es feliz y me acompaña en todo; me ayuda y quiere que yo sea feliz como El. No tiene oscuridad ni agobios. Con Jesús puedo todo y no debería de existir la desesperanza. La confianza es un motor que me impulsa a seguirle sin importar el dolor que eso puede significar, porque siempre vamos alcanzar la luz sin no nos desviamos. Para esto y mucho mas solo se necesita FE.
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