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La Oveja Negra

Foto del escritor: KarenCKarenC

Tengo una compañera de trabajo que es de una religión hermana a la mía. Ella tienen la fama de ser como aquel fariseo que fue al templo con el publicano: “puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano.” Tiene la fama porque su comportamiento es siempre arrogante, con toda la disposición de corregir pero no dejarse corregir, malhumorada y a veces violenta. Es muy fácil señalar al que es así y decir “que barbaridad”, “aleluya hermano” sarcásticamente, pero no vemos la viga que tenemos en nuestro ojo.


Sin importar la religión o cualquier tipo de diferencia, siempre nos encontramos con personas que están seguros de estar en el lugar correcto, o al menos intentando hacer lo debido, pero el problema que surge es que no solamente se creen buenos sino que discriminan a los que no hacen las cosas como ellos las hacen, y ahí fallamos mucho los católicos. Somos unos hipócritas.


Es increíble que una persona con experiencia, que ha vivido muchas cosas y que ha tenido la oportunidad de aprender de Dios y quedarse en su camino, discrimine y haga a un lado a una persona solo porque ama a Dios a su manera, porque tenga “mala suerte” para sus relaciones personales o porque no responde a sus responsabilidades como quisiéramos. Afuera, en Facebook, en Instagram, somos la familia más feliz, más comprensible, con dinámicas bonitas, pero en privado tratamos a nuestros hermanos, hijos, primos, cuñados, padres, abuelos, como esclavos muchas veces, como niños cuando son adultos, como adultos cuando son niños. Abusamos de la oveja negra que es diferente a la familia y la hacemos sentir lo peor solo porque no sigue nuestro ritmo o no hace lo mismo que nosotros hacemos; y lo más divertido es que las personas de afuera – amigos, vecinos, compañeros – son especiales y a ellos si les brindamos todo el apoyo en sus problemas. En que parte del Catecismo dice que podemos obligar a una persona a ir a misa? Eso es algo que nace y que se debe aprender en el tiempo del Espíritu, pero no se puede forzar. El amor de Dios es libre y Él quiere que lo amemos libremente. El Señor nos ama de manera única, el Padre nos creó únicos, es obvio que nuestra manera de amar a Dios también es única, no debe ser igual a la de mi mama o papa. Estos y muchos ejemplos más he visto a lo largo de mi vida.


Si en redes sociales nos vemos felices y medio mundo sabe que estamos en el camino de Dios – a veces con fama de expertos – pero dentro de casa maltratamos al que es diferente, somos hipócritas.

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