top of page

Libertad Espiritual

Foto del escritor: KarenCKarenC

Meditando en la lucha contra las contrariedades, recordé una plática que tuve con una amiga del Opus Dei donde ella me explicaba que la timidez no viene de otro lugar que no sea la soberbia. Eso me dejo sorprendida porque cualquiera pensaría que la timidez viene tal vez de la humildad o del simple hecho de no creerse capaz de algo, pero no. La timidez proviene de la soberbia porque decimos que no queremos hacer algo o no actuamos en una situación determinada porque realmente las cosas no se están dando como queremos o haríamos las cosas porque nos piden hacerlo y no por voluntad propia. El ego sale a la defensa cuando las cosas no salen como queremos o nos sentimos obligados a hacer algo. No nos sentimos libres.


Gran parte de nuestra desdicha tiene como raíz la falta de libertad, pero de una libertad diseñada por nosotros. Libres de comprar, de descansar, de viajar, de trabajar donde queremos, de tener los lujos que soñamos, etc. Por eso nuestro ego siempre será un enemigo que nubla nuestra mente haciéndonos creer que las cosas que pensamos son correctas, que debemos tener lo que queremos, y que es una injusticia no sentirnos complacidos. A veces nos volvemos víctimas de la vida, y por ende, víctimas de Dios que no nos complace. Pobrecito yo que no me dan lo quiero, seguramente el Señor no me ama tanto como para hacerme feliz. Podemos reaccionar de muchas maneras ante la aparente falta de libertad: nos podemos enojar, nos podemos entristecer, pero también podemos sentir paz, y es ese el objetivo que debemos tener para alcanzar la santidad y el gozo. Aceptar.


El hombre conquista su libertad interior en la misma medida en que se fortalece en la fe, la esperanza y la caridad. Hoy quiero hablarles de este libro que me dejaron de tarea leer: La Libertad Interior de Jacques Philippe. Recomendado para personas que no aceptamos tan fácilmente lo que nos sucede y no sentimos gozo en cualquier circunstancia.


Un amor que procede de la coacción, del interés o de la simple satisfacción de una necesidad no merece ser llamado amor. El amor no se cobra ni se compra. El verdadero amor – por lo tanto, el amor dichoso – solo existe entre personas que disponen libremente de ellas mismas para entregarse al otro. Claramente es necesario amar para lograr sentirnos libres, y digo sentirnos porque muchos podemos percibir la libertad de formas diferentes. Puede llegar a ser una idea subjetiva, sin embargo, la libertad siempre dependerá de que tanto estamos dispuesto a hacer la voluntad de Dios. Quien quiera a toda costa preservar y defender la libertad la perderá, pero quien acepte perderla, devolviéndola confiadamente a las manos de Dios, la salvara. Le será restituida infinitamente más hermosa profunda, como un regalo maravilloso de la ternura divina. ¿Porque se nos hace tan difícil obedecer? ¿Por qué no frustramos tanto? O mejor dicho, ¿Por qué se nos hace tan difícil creer que si hacemos la voluntad de Dios seremos más felices que haciendo nuestra propia voluntad?


Nuestra incapacidad para amar proviene muchas veces de nuestra falta de fe y de esperanza. La oración, la presencia de Dios en nuestro interior, la invitación evangélica a abandonarnos confiadamente en la Providencia. Si hacer la voluntad de Dios es como alcanzamos una libertad plena y llena de gozo, entonces es necesario amar. Amar a Dios y obedecer por amor. Nos enamoramos teniendo una relación, y esa relación es la oración.


Hacer la voluntad de Dios no es solamente elegir dentro de la vocación que nos dio o dentro de los dones que nos regaló, sino, aceptar lo que no hemos elegido. El hombre manifiesta la grandeza de su libertad cuando transforma la realidad, pero más aún, cuando acoge confiadamente la realidad que le viene dada día tras día, no podemos ser verdaderamente libres sino aceptamos no serlo siempre. Y es necesario estar conscientes que reaccionamos de varias maneras - no solamente aceptando - y esas maneras no son adecuadas, pues no es lo mismo rebelarse que aceptar, ni resignarse que aceptar. Estas maneras simplemente son estériles y pueden añadir males nuestra alma. En la aceptación la actitud del alma es distinta, pues en el anidan ya las virtudes de fe, esperanza y caridad; si estas virtudes habitan en el alma, automáticamente también hay disponibilidad a la gracia divina, hay acogida de esta gracia, y más pronto que tarde, hay efectos positivos.


La voluntad de Dios nos puede llevar por muchos caminos pero cada uno de ellos son útiles para alcanzar nuestra santidad, nos hacen crecer y ser mejores. Alejarnos de esta voluntad implica más sufrimiento y sin fruto.


Recordemos que la misericordia de Dios no nos va exigir algo que no logremos hacer, El siempre vela por nuestros sueños también. Cuando olvidemos esta realidad, acudamos al Evangelio donde Jesús le dice a Jairo: “no temas, basta con que sigas creyendo” Mc 5:36.

Comentários


Contáctanos

Gracias por tu mensaje!

bottom of page