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“Creyéndose sabios, se volvieron necios. Incluso reemplazaron al Dios de la Gloria, al Dios incorruptible, con imágenes de todo lo pasajero: imágenes de hombres, de aves, de animales y reptiles. Por eso Dios los abandonó a sus pasiones secretas, se entregaron a la impureza y deshonraron sus propios cuerpos.” Romanos 1: 22-24.
La imperfección del ser humano ha sobrepasado muchos limites, limites que ahora se han vuelto invisibles y ya no los podemos ver. Vivimos en el pecado pensando que lo hacemos no es tan gran cómo “nos imaginamos” y que no debemos cambiar nuestras malas costumbres porque ya estamos cómodos y la vida ya funciona bien.
¿Pero si yo me pongo en el lugar de la persona que comete los errores? Inconscientemente voy a pedir que se me comprenda, que se me perdonen los pecados que he cometido; en el momento de la justicia – que siempre viene – pediré clemencia o incluso pondré pretextos para excusar mis acciones ilícitas. Sin embargo, en el momento que nadie me acusa y se me permite dejarme llevar por mis pasiones e impurezas, yo me siento en control de todo, e incluso me siento con el poder de aconsejar a los otros. Las personas cometen el grave error de hablar todo el tiempo, hablar con palabras o hablar con acciones. Tenemos la necesidad de corregir lo que pensamos que otro está haciendo mal pero lo hacemos desde un punto de vista humano con el conocimiento de nuestro pasado o con lo que hemos aprendido de otros. ¿Cuantos errores hemos cometido en todo aspecto de nuestra vida y tenemos el valor de corregir a otros solo en base a lo que nos ha pasado o hemos atestiguado?
¿Qué sucede cuando soy yo el que ve los errores que cometen otros? Nuestro Señor nos manda a amar al prójimo como a nosotros mismos, pero ¿qué es amar al prójimo? San Pablo nos explica perfectamente que es amar: el amor es paciente, comprensivo, sin celos, no aparenta, no se infla, no busca su propio interés, no se deja llevar por la ira, olvida lo malo, perdura, lo cree todo, lo soporta todo, lo espera todo. Amar es un sinfín de acciones difíciles de lograr si solo nos apoyamos en las fuerzas humanas, pero es necesario saber diferenciar cuando amamos al prójimo y cuando amamos al demonio.
No todas las personas reflejan a Dios en sus palabras o en sus acciones. No todos tienen el respeto de llamarse cristianos y reflejar la bondad del Señor. ¿Qué pasa si yo sigo un consejo que no está basado en algo que el Santo Espíritu podría inspirar y cometo un error fatal debido a esto? No podemos saber lo que hay en el corazón de todas las personas pero está claro cuando Dios se refleja en algunos. La bondad de Dios, su dulzura, su misericordia, el conocimiento, se refleja claramente en las personas que han entregado su vida totalmente a Dios. El amor puede creer en la bondad de una persona pero no necesariamente va a encontrar o ver semillas del demonio en algunas palabras, a veces se ocultan bien bajo un seductor discurso que puede llevar a muchos a la muerte. San Pablo también habla de la astucia al igual que la humildad, y en un mundo donde hay trigo y cizaña, es necesario saber reconocer donde Dios habla y donde el demonio habla y para eso también es necesario aceptar la verdad de cada quien. Podemos amar mucho a una persona pero no significa que vamos a ver una almohada donde hay una granada; cada quien decide ser como es y hacer lo que hace, nos entregamos a Dios o desparramamos. Debemos aceptar la maldad y la bondad de las personas sin disfraces y reconocer que esa persona que amo mucho también es un tío Scar, un Randall o un Lotso.
Amar al prójimo no significa escuchar al prójimo y obedecerle.
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