Muchas personas tienen planificadas sus compras periódicas, al menos las básicas: supermercado, ropa, mantenimiento del hogar, etc.; otros solo compran lo que ven y se van ajustando sobre la marcha. Sin embargo, algunos son “compulsivos” y compran sin pensar, solo porque sí. Independientemente de la manera en cómo se hacen las cosas, yo pienso que la hay una pregunta importante y significativa: ¿Cuál es la intención final?”
El otro día mi esposo me aclaraba que algunas personas cristianas que tiene una alta capacidad económica, compran cosas caras porque las necesitan y porque las pueden comprar, y me lo aclaraba porque yo me preguntaba -“¿una persona cristiana no debería, ser ante todo, sencilla?” Pero el me respondió -“creo que usted está confundiendo pobreza con miseria”. Es probable que la estuviera confundiendo pero pienso que siempre podemos direccionar las cosas a 2 intenciones puntuales: el servicio a las personas y la alabanza a Dios, sin mencionar el hecho que debemos actuar siempre con una santa astucia, como nos aconseja San Pablo.
Con respecto al servicio, creo que la manera en como adquirimos bienes materiales es un reflejo de lo que hay en nuestro corazón. Las cosas terrenales son tangibles pero también superfluas; son las que más entonan el deseo de tener lo mejor y más bonito, ¿pero para qué? Si yo tengo el deseo de llevar en mi carro personas del trabajo a sus casas, o tengo una familia numerosa que necesita de mi carro para transportarse o para favores aleatorios, o si pongo mi carro a disposición de la Iglesia para cualquier mandado, podría necesitar una camioneta o un carro de paila. Tengo el dinero para comprar un carro del año y de agencia, esto me da ventaja porque no me va dar problema en un buen tiempo - a diferencia de comprar un carro usado y viejo - ¿pero será lo mismo comprar una Chevrolet Tahoe 2021 a una Ford Explorer 2021? Creo que la diferencia puede servir para algo más piadoso. Claro que esta que tampoco es lo mismo tener 5 BMW para cada día del año siendo una persona sola y sin vida social. Las cosas son buenas porque sirven.
Ahora, darle una alabanza a Dios a través de las cosas terrenales es algo diferente, lo cual se debe hacer en conciencia y sobriedad. A veces pensamos como Judas Iscariote (¿Por qué no se ha vendido este perfume por el equivalente al salario de trescientos denarios, para ayudar a los pobres?) y cuestionamos porque algunas cosas en la Iglesia son tan costosas, porque prefirieron comprarlas en vez de ayudar a alguien; tal vez no era tan necesario pero decidieron que fuera algo excesivo… Es necesario entender esto que es muy sencillo pero real: a Dios se le ofrece lo mejor. Siendo conscientes de lo que se hace y como se hace, con las limitantes y dentro de las capacidades, a Dios se le ofrece lo mejor. Para El todo debe ser bello, bien hecho, en orden, de manera constante, con amor, con ilusión, con un corazón enamorado, con la intención de agradarlo, de darle gloria, de adorarlo. Porque es Dios, porque es el Padre, porque es Jesús, porque es su Santo Espíritu, porque es la Magnificencia, porque es Todopoderoso, porque es el Creador, porque me dio la vida, porque se entregó por mí, porque me renueva, porque hace feliz.
Independientemente de las capacidades para adquirir bienes materiales, debemos tener presente que todo es hecho por Dios y todo retorna a Dios. Él nos da la materia para la convirtamos en una obra de arte que lo refleje a Él, con el ánimo de servir y dar amor a través de algo bello y ordenado. Ya que vamos juntos en este caminar construyendo la vida en comunión, todo debe ser lo mejor de lo mejor, ofreciendo todo con nuestro toque personal por medio de esas vocaciones hermosas que nos dio.
Nuestro mejor esfuerzo para Dios, nuestro mejor trabajo para Dios. Sin acumulaciones, sin gastos excesivos, sin buscar mi propio beneficio. Lo mejor para la gloria de Dios.
Comments