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Pulpito

Foto del escritor: KarenCKarenC

Si hay algo que yo entiendo bien – que muchos ni siquiera analizan – es la devoción que le tiene un niño a su muñeco preferido.

Aún recuerdo cuando yo estaba pequeña, el sentimiento que yo tenía cuando abrazaba mi sabanita después de un día largo. Iba a la escuela, tal vez habían regaños o tareas que no quería hacer o demasiada educación física, y lo que me aliviaba era mi sabanita. Me acompaño incluso hasta mis días de adultez. A medida que crecía y mi mente dejaba las cosas de niños para tomar las cosas de adultos, ahí cuando el análisis deja de ser tan inocente, incluso ahí yo sabía lo que significaba mi sabanita.

Ahora veo a mi bebe con su “pulpito” y veo como trata de llegar hasta el cuándo lo tiene lejos o como se alegra cuando lo ve y juega con él. Eso me hace pensar en todos los padres que yo no entienden que significa el pulpito en la vida de sus hijos, que significa esa sabanita, esa almohadita, ese apego. Adultos que ya olvidaron que fueron niños y también tenían un pulpito, que ahora es una “tontera”, algo que me hace perder el tiempo a mí porque mi hijo anda buscando su pulpito y no nos vamos, o me toca lavarlo porque lo tiro al lado, etc. Como nos llegamos a perder en el camino y olvidamos como Dios quiso que fuéramos; que fácil perdemos la ternura que el Señor infunde en nosotros y le enseñamos a nuestros niños a ser igual. Entender las cosas de niños son exactamente las cosas que nos hacen tener un vínculo con ellos y con quienes somos nosotros en realidad.

La ternura es una gracia que no podemos dejar de lado. Es una virtud que no solamente aplica para el trato con los niños sino con cualquier persona que se crea niño, que sea sencillo, suave, alegre, inocente, feliz. La ternura nos lleva a las personas, nos lleva a la comprensión y poder ver en los demás lo que Dios mira: un hijo que merece ser salvado.

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