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Cuando me adentro en la lectura del Evangelio de San Mateo y llego a la Parábola del Perdón (Mt. 18:21) me puedo dar cuenta que hay un dolor que percibo en lo que Jesús nos pide. Definitivamente no es fácil cumplir con lo que Jesús habla, porque no lo dice de manera enumerada: “primer mandato, segundo mandato…”, no, Jesús lo expresa en historias, y leyendo entre líneas es donde nos damos cuenta de la magnitud de las cosas. Perdonar 70 veces 7 no es nada sencillo, sobre todo si es requerido perdonar a una persona que ha tenido un caminar cristiano y sabe cómo se deben hacer las cosas. Alrededor de esta parábola están también El Verdadero Amor y la Corrección Fraterna, cuestiones difíciles de alcanzar: corregir incluso con testigos, pasar por ese momento incomodo en donde probablemente nos exijan no meternos en asuntos ajenos a los nuestros, defender el matrimonio del divorcio, pedir a las personas la compresión de que no todos están hechos para el matrimonio, etc. Renunciar a algunos sueños, o dejar de cometer errores donde ya estábamos acomodados son algunas de las peticiones que Jesús nos hace para acompañarle, para ser discípulos, para ser apóstoles.
Casualmente después de terminar estas parábolas, regrese al capítulo 16 – versículo 21; en mi versión bíblica hay bastantes títulos y subtítulos, y justo ahí el título dice: INVITACION A LOS DISCIPULOS. EL DESTINO SUFRIENTE DEL MESIAS. Cuando leí esa frase me di cuenta que Jesús me invita – no me obliga – a seguirle, y para seguirle debo comprender lo que me pide como apóstol a través de sus parábolas y lecciones: sufrir con El. Debo hacer hincapié en la palabra Apóstol. Como cristianos sabemos que para seguir al Señor es necesario sufrir con el pero no todas las personas recuerdan que gracias a los sacramentos, nos volvemos apóstoles, y eso es lo que quiero atencionar: ser apóstoles va mas allá de solo sufrir y seguir, es una verdadera responsabilidad a la que hemos accedido de manera libre. Jesús dice: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado; y yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:19-20), creo que la definición de Apóstol la dio Jesús en este versículo. Yo como apóstol debo ir afuera (de mi comodidad, de mi pena, de mi casa, de mi círculo social, de mi yo) y traer hacia Dios todas las personas, haciéndolas hijos e hijas a través del Bautismo y enseñando todo lo que Jesús me ha enseñado. En pocas palabras, enseñando lo que yo he aprendido. Y la mejor manera de que las personas puedan entender – y no solo oír – es siendo testimonio vivo, enseñar el perdón perdonando, enseñar el matrimonio amando, enseñando la corrección corrigiendo. No solo se trata de hablar bonito también se trata de mostrar con acciones, así no se tiene que gastar muchas saliva. Por supuesto que no es fácil hacer esto, es difícil y duele, y eso es a lo que Jesús nos invita. Ciertamente no cargamos con una cruz de roble en la espalda y no hay nadie golpeándonos mientras caminamos, pero perdonar de corazón es un peso que se quita después de hacerlo, no antes ni durante. Todos cargamos una cruz de sufrimiento distinto, como puede ser una enfermedad o renunciar a un sueño, pero como apóstoles se nos invitó y con amor dijimos “Si”.
En el mundo hay diferentes apóstoles, y una de las cosas que más me ha llamado la atención a través de las lecturas espirituales son los escritos papales. Las encíclicas y las exhortaciones son sin duda una continuación del Nuevo Testamento, y reconocerlo así nos hace ver cómo ha ido cambiando el mundo y como la Madre Iglesia se ha ido acoplando y ha ido juzgando los múltiples inventos que el ser humano ha hecho. Si San Pablo nos habla de la limosna, del amor, de la ley en general, el papa Francisco nos habla de la migración, de la familia y sus enemigos, de la naturaleza, etc. Cuestiones del mundo actual, siempre de la mano del Espíritu Santo.
Creo que el Señor Jesús nos ha dejado claramente la tarea de continuar con la Biblia: en encíclicas, en charlas, en blogs, en decoraciones, en videos, en pinturas, en música, en páginas web, en aplicaciones, en fotografías, en películas… Por eso cada uno de nosotros tiene su don o dones, y a través de ellos continuamos las lecciones que Jesús desea mostrar al mundo, comenzando con San Pedro y compañía, siguiendo con San Pablo, a través de su Madre Santísima (que sigue laborando en sus apariciones), y a través de nosotros, indignos siervos suyos que lo llevamos a través de lo que Dios Padre no ha dado. Entonces continuemos la Biblia.
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