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¿Alguna vez has experimentado algo sin experimentarlo? .. Te explico
Gracias a Dios y a mis seres queridos que me han cuidado, nunca he sufrido un asalto sexual de ningún tipo pero cuando sé de alguien que lo ha vivido, siento como si lo sufrí yo. Puedo imaginarme todo el suceso, puedo sentir un dolor físico y puedo percibir la honda tristeza que puede sentir dicha persona. No es nada bonito no poder ni ver una escena ficticia en una película, tan sensible soy a ese asunto que no puedo compartir muchas películas que mi esposo quisiera ver conmigo, pero pienso que hay un toque del Señor en esa sensación.
Muchas personas pueden ver adultos y niños en la calle, casi desnudos, con frio o quemados por el sol, con hambre o hasta con problemas mentales y no sentir nada. ¿Como se puede ser tan indiferente al sufrimiento humano a veces? Jesús siempre nos hace hincapié en el amor a los pobres y como ese amor nos puede purificar de nuestros pecados con el simple y BASICO hecho de devolver a los pobres lo que es suyo (tan grande es la misericordia de Jesús) pero nosotros decidimos ignorar, ser indiferentes al dolor de un desconocido que se ve mal y hasta peligroso para nosotros porque no tiene los estándares sociales a los cuales estamos acostumbrados a ver. Pobres hay muchos y no solo de bienes materiales sino también de espíritu: pobres de alegría, de paz, de solidaridad, de amor! Pobres hay muchos y todos necesitan que se les devuelva algo, pero muy difícilmente se logra eso si no sentimos en nuestro interior el sufrimiento del otro.
No desviemos el alma cuando Dios nos dé la gracia de sentir ese dolor dentro de nosotros. Muchas veces tratamos de matar ese sentimiento porque claramente nos causa dolor, pero se nos olvida fácilmente que el sufrimiento es lo más económico que existe y que se lo podemos ofrecer al Señor como ofrenda por el dolor de esos pobres, de esas víctimas, de esos marginados, de esos dolientes. Siempre podemos ofrecer al Señor el dolor y el sacrificio, cargas pesadas son las dolencias del alma y no deberían ser menospreciadas sino otorgadas con amor a las manos del Señor.
Poder sentir el dolor de un sufriente es una gracia de Dios que debe ser devuelto en materia de ofrenda, de comprensión, de acompañamiento, de solidaridad. No ignoremos el dolor de los demás pues todos hemos sufrido y todos queremos sentir un alivio.
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