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Vivir en Misericordia

Foto del escritor: KarenCKarenC

La segunda más grande historia jamás contada - después de la Biblia - es la misericordia de Dios a través de los tiempos. 


Hay muchos santos y santas, conocidos y desconocidos, que han sido piezas claves para que Dios manifieste y reconstruya su más grande deseo: recuperar la confianza que nosotros hemos perdido en El. Y nosotros somos llamados también a tomar parte de este plan. 


Cuando vemos todas las piezas de la historia de la humanidad, la Divina Misericordia se revela trabajando en aquel tiempo pero también en el nuestro. Ahora es el tiempo de la misericordia, ahora es el tiempo en el que nosotros los pecadores, podemos regresar otra vez a los brazos del Padre, ya que podemos ser limpiados en el insondable océano de misericordia que nos ofrece nuestro Señor Jesus. La salvación se resume en el gran esfuerzo que Dios hace en recuperar nuestra confianza, con amor y amabilidad. 


Pero, ¿cómo hemos perdido esa confianza? El hombre, tentado por el diablo, abandonó la confianza en su Creador y optó por el temor y la desobediencia; y todos los pecados consecutivos consisten en esto: en ir en contra de la voluntad de Dios, no confiando en su providencia. La falta de confianza en su bondad nos lleva al miedo y a hacer lo que nosotros pensamos que es mejor; pensamos que Dios es un tirano que crea mandatos imposibles y después nos castiga por no seguirlos. Tenemos una distorsionada imagen de Él que no nos deja avanzar. 


Dios arde en amor por nosotros y desea hacernos felices. Tiene infinita misericordia por nosotros porque quiere, no porque tiene que hacerlo. ¿Por qué no poner la confianza en El? Todo esto es una escuela de confianza: esfuerzo > recuperación > confianza > salvación. Pero la confianza requiere libertad, y todo hace sentido cuando vemos la Biblia como un acuerdo, como un matrimonio donde las personas se entregan. Dios nos corteja como a una novia y nosotros, en nuestra peor traición, seguimos siendo esperados por un Dios piadoso y enamorado. 


Pero he aquí un bebe que nos muestra que no hay razón para tener miedo, un Jesus que nos convence para volver a confiar; cuyo amor cura nuestra falsa imagen de Dios. Jesus busca a los débiles para sanarlos, muere por nosotros como el mejor de los amigos; si no hemos de creer en sus palabras, creamos en sus heridas. 


“Debemos confiar en Jesús” nos pide Santa Faustina, confiar en un Dios-Hombre que actúa en los pequeños detalles poniendo siempre la voluntad del Padre primero. Es Jesus quien nos llama a terminar de confiar en Dios de manera determinante y permanente, y nosotros como fieles instrumentos, tenemos la misión de llevar esta escuela de confianza a los más necesitados y pobres de espíritu, preparar al mundo para la segunda venida de nuestro Señor. 


Muchas maneras hay para poder atender el llamado de Jesus. La gracia hace su labor cuando estamos atentos, con actitud deportiva. La gracia viene cuando Dios lo dicta, en cualquier momento, pero debemos estar atentos, dejarlo todo y recibirla. Esta gracia nos ayuda a ejercer un esfuerzo sobrenatural por difundir el mensaje de la misericordia en nuestro tiempo, tiempo que Dios ha escogido para este propósito. Rogar por misericordia, compartir la misericordia, el cual es el segundo nombre del amor, donde encontramos luz de esperanza y refugio. Cuán necesario es abandonarnos en este mensaje, ¿pero que necesita la humanidad para creer en la Divina Misericordia? 


Es María Santísima, nuestra madre y señora, el arma secreta de Dios. La Virgen Maria se aparece de manera humilde en la historia de la humanidad, no a personas importantes ni en grandes lugares, sino a personas sencillas y obedientes. 


“Las almas se están perdiendo como copos de nieve cayendo en un día de invierno y Jesus llora”. Todos deberíamos llorar esta triste realidad pero confiando en que tenemos el Inmaculado Corazon de Maria, dispuesto a refugiarnos, al cual debemos acercarnos. El Señor ya está demasiado ofendido, pero Maria está atenta a darnos indicaciones de que hacer, mas aun, no seguimos debidamente sus consejos. 


Las revelaciones no son hechos, sino oportunidades para pedir la gracia de Dios y cambiar el curso de la historia; para movilizar las fuerzas del cambio en la dirección debida. Y nosotros tenemos una mano maternal que interviene, que confunde al diablo, que protege del mal. Hay muchas cosas que el demonio jamás podrá entender, como sacar algo mejor de lo malo, como la salvación de la humanidad a través de la muerte de Jesus, y ese es el secreto de la Divina Misericordia: un bien más grande. Hoy hay más misericordia para nosotros que en toda la historia de la Iglesia. 


Y para tener a Maria como participante de nuestras vidas, qué mejor invitación que la consagración a su Inmaculado Corazón. Ella, por supuesto, respeta la libertad humana y espera dicha invitación. Vivimos un mal que amenaza y se extiende como una nube oscura sobre la humanidad; el amor misericordioso de Jesus llega a nosotros a través del Inmaculado Corazon de Maria y la consagración que le hacemos a Él por ella, ya que ella es la mayor receptora de la misericordia de Dios.  


Pero cuando la respuesta a la fe se retrasa, no es de extrañar que los milagros prometidos también se retrasen. Si Dios nos ofrece confiar en Él pero nosotros rechazamos esa confianza, Dios está atado de manos. No perdamos más tiempo y entreguémonos a Maria, que con su amor de madre, ablanda corazones. ¿Qué hace Maria? Llevar a las personas a la misericordia de Jesus; ella es el camino mas rapido, facil y perfecto para convertirnos en santos. Podemos cambiar el curso de la historia o sufrir la consecuencia de nuestra inactividad; no lleguemos a tal punto pues vamos con Maria, que lo supera todo; su grandeza es su pequeñez. 


Al final, nos quedamos con los siguientes consejos:

  • Vivir la consagración a Jesús por Maria y promoverla. 

  • Experimentar la Divina Misericordia dándonos cuenta que somos pecadores necesitados, viviendo la fiesta, leyendo de Santa Faustina, haciendo la coronilla…

  • Ser misericordiosos perdonando a nuestros enemigos, superando rencores, sirviendo…


La expectativa de Dios es que recurramos a su misericordia.


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